Felizmente, el vuelo estuvo tranquilo y sin complicaciones, y llegó a tiempo a su destino.
Llegué sobre las 7 de la mañana al aeropuerto Tom Bradley de Los Angeles y tras pasar los controles de seguridad que ya son una costumbre, tuve que buscar el counter de la empresa (America West) que me llevaría hasta Las Vegas. Sí, ninguno de mis vuelos estaba pre chequeado y tengo que ir a cada counter para registrar mi pasaje y mi maleta.
Caminé desde el terminal 3 hasta el terminal 1 (larguísimo sinceramente) con mi maletín, mi maleta y mi cansancio a cuestas (pese a que el viaje fue bueno, no pude dormir bien). Me registré una vez más y cuando fui a ingresar mi equipaje, los de seguridad me dijeron que debía quitarle el candado a la maleta o en caso contrario esperar allí hasta que la revisaran. Como no estaba de humor, decidí jugármela y la dejé sin candado.
Llegué al aeropuerto McCarran de Las Vegas una hora después. El desembarco fue rápido, pero tardé en recoger mi maleta como 40 minutos. No salía nunca por el carrusel. Tras esa espera –y como me habían indicado en Lima que no me iban a recoger- procedí a ubicar la parada del taxi. Cuando llegué a la fila casi me caigo de espaldas. Parecía una de esas colas que se hacen para alguna de las atracciones en Disney. Fácil había gente como para dar una vuelta y media a una manzana de una calle promedio sudamericana. La fila avanzaba rápido, pero también tuve que esperar más de media hora.
Tuve suerte y el taxista que me llevó era griego, pero hablaba español. Tivas, se apellidaba. Me habló algunas cosas sobre la ciudad y me dio algunas valiosas recomendaciones de seguridad.