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Let's play Guiri
Pakxe
,
Laos
Ayer mismo comentábamos con cierto desánimo durante la cena que Laos, a pesar de las grandes expectativas que teníamos, aún no había conseguido agarrársenos al corazón con la misma rotundidad con la que nos hemos quedado prendadas de Camboya.
A primera vista, la gente puede resultar más seria, más hecha a los turistas, más acomodada, infinitamente amable, sí, pero no permanentemente sonrientes, como nos habían malacostumbrado los camboyanos. Suponemos que en parte se debe a que, hasta ahora, sólo nos habíamos movido por zonas muy turísticas, hermosas pero en cierta manera artificiales.
Después del día de hoy, sin embargo, ya podemos decir que nos hemos rendido al Laos más rural, a las pequeñas aldeas pobladas por minorías étnicas repletas de ritos y costumbres propios, tan diferentes, a sus sonrisas y sus saludos, con los que nos hemos reencontrado. Ya llevamos, inevitablemente, la emoción otra vez metida en la mochila.
La nena más dulce de toda la aldea y sus churretones
Y todo gracias a una excursión organizada... Hasta ahora nos habíamos resistido a ellas, por el precio, por la cara de guiri que se te queda escuchando al guía y, en definitiva, porque nos mola aventurarnos, buscar los sitios por nuestra cuenta, perdernos, volvernos a encontrar. Pero este tour se nos plantó en las narices en un momento de desesperación por no encontrar una forma factible y barata de movernos, y allá que fuimos.
En parte, lo típico: cataratas, mucho paisaje, mucho río, plantaciones de té y café, y esas cosas. Pero por lo que nos alegramos, dado que no podríamos haberlo hecho por nuestra cuenta, es por la visita a las aldeas,
Tejiendo telas para disfrute de los curiosos
Al currelo, que hay mucho que hacer
donde las mujeres tejen y recogen el grano, los hombres construyen cabañas y herramientas, los viejos observan y obsequian al recién llegado, los niños corretean asalvajados con la euforia de la libertad dibujada en la cara, y los cerdos te rodean por todas partes.
La vitalidad arrolladora de los salvajetes de la aldea
Ay, que me da vergüenza
Son aldeas de 40 o 50 casas a lo sumo, sin agua ni electricidad, pero con la hospitalidad a flor de piel. Entre sus ritos más llamativos, el sacrificio del búfalo, que llevan a cabo cada año con la participación de las aldeas vecinas; la iniciación al tabaco, que se considera purificador y que hombres y mujeres fuman ya desde los 3 o 4 años; o la costumbre de guardar el ataúd de los más viejos o enfermos ya preparados bajo la cabaña, para cuando llegue el momento. Lejos de resultar macabra, esta costumbre revela una aceptación de la muerte admirable, y un sentido práctico de la vida que les lleva a desenterrar los ataúdes 3 años después para poder reutilizarlos.
Así que jugar a ser guiris ha merecido muy mucho la pena por una vez, más aún teniendo en cuenta que una parte del dinero va directamente para ellos, para sus escuelas, sus pozos, y su sobrevivir cotidiano.
Observando el desfile guiri como quien ve llover
written by
NuiM
on November 15, 2008
from
Pakxe
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Laos
from the travel blog:
Un viaje por el sudeste asiático
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NuiM
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