La segunda ciudad más alta del mundo (4.067 msnm)

El principal motivo de nuestra visita a Potosí fue el siguiente:
“Analizando la naturaleza de las relaciones <[metrópoli-satélite>> a lo largo de la historia de América Latina como una cadena de subordinaciones sucesivas, André Gunder Frank ha destacado, en una de sus obras, que las regiones hoy día más signadas por el subdesarrollo y la pobreza son aquellas que en el pasado han tenido lazos más estrechos con la metrópoli y han disfrutado de períodos de auge. Son las regiones que fueron las mayores productoras de bienes exportados hacia Europa o, posteriormente, hacia Estados Unidos, y las fuentes caudalosas de capital: regiones abandonadas por la metrópoli por una u otra razón cuando los negocios decayeron.

Potosí brinda el ejemplo más claro de esta caída hacia el vacío. (…)En los siglos XVI y XVII, el cerro rico de Potosí fue el centro de la vida colonial americana (…) El siglo XVIII señala el principio del fin para la economía de la plata que tuvo su centro en Potosí (…)

Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, sólo dejó a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios. Cualquiera de los diamantes incrustados en el escudo de un caballero rico valía más, al fin y al cabo, que lo que un indio podía ganar en toda su vida de mitayo, pero el caballero se fugó con los diamantes. Bolivia, hoy uno de los países más pobres del mundo, podría jactarse –si ello no resultara patéticamente inútil – de haber nutrido la riqueza de los países más ricos. En nuestro días, Potosí es una pobre ciudad de la pobre Bolivia: <[La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene>> (…)
En Potosí se explota ahora el estaño que los españoles arrojaron a un lado como basura. (…) Desde las bocas de los cinco mil socavones que los españoles abrieron en el cerro rico se ha chorreado la riqueza a lo largo de los siglos.
Los españoles batían cientos de millas a la redonda en busca de mano de obra. Muchos de los indios morían por el camino, antes de llegar a Potosí. Pero eran las terribles condiciones de la mina las que más gente mataban."
Eduardo Galeano. “Las Venas Abiertas de América Latina”. Primera edición: 1970

"El Tío", dios protector de los mineros

Las minas siguen generando trabajo para la población potosina, pero tanto y tanto se ha excavado que el cerro está en peligro de hundimiento.
Aunque hoy en día las condiciones laborales parecen las mismas que las de hace 5 siglos, por suerte la mayoría de los niños que hoy entran a las minas tienen más de 15 años. La seguridad es exactamente igual que antes, no hay ingenieros, ni equipos de seguridad adecuados para el trabajador. El aire falta cuando uno se adentra 1 km por esos pasadizos laberínticos a tantísima altura.

A los mineros se les da una esperanza de vida de 10 años de promedio a partir de que entran por primera en la mina. Aunque tenemos que decir que nosotros conocimos un hombre que llevaba 27 años trabajando allí adentro.
Hoy las minas siguen siendo una forma de sustento para muchas familias potosinas y una forma de enriquecimiento para el capital extranjero. Aunque ya no viven esclavizados por los españoles, viven sino explotados, por un salario que casi roza lo absurdo, durante 10 o 12 horas de trabajo al día, por aquellos que alquilan espacios en las minas para enriquecerse exageradamente con el estaño que todavía queda en el “Cerro “Rico” de Potosí.

La segunda ciudad más alta del mundo (4.067 msnm)

Potosí, Bolivia