Las Islas Galápagos

Añadimos 4 fotos que tomamos bajo el agua con una cámara acuática de usar y tirar... no resultó nada mal:

Nos desplazamos a Guayaquil para comprar el pasaje y coger el avión, que desde allí, nos llevó a las islas Galápagos. Aunque los guayacos (gente de Guayaquil) y los ecuatorianos en general hablan muy mal de Guayaquil, sobre todo por su peligrosidad, “allí te matan” dicen, nosotros nos sentimos seguros. Bien tenemos que decir que sólo visitamos el centro, el malecón o paseo marítimo (bien es un río) y el barrio de las Peñas, donde hay un policía cada 100 metros, pero donde la gente de la ciudad y visitantes pasean tranquilos. No tenemos fotos ya que ante tanta insistencia sobre el riesgo que Guayaquil conllevaba, decidimos salir a la calle con lo mínimo, una lástima, ya que tenemos que decir que las vistas de la ciudad superaron nuestras expectativas, de buen trecho…

Llegamos a Galápagos el 18 por la mañana. Llegamos a la Isla de Baltra, que solo sirve de aeropuerto y donde queda alguna que otra base militar. Allí cruzamos el pequeño estrecho (5 minutos en ferry) que separa Baltra de Isla Santa Cruz, la más poblada de todo el conjunto de islas con unas 21.000 personas aproximadamente.

El bus nos recogió después de tomar el ferry y nos llevó a la principal población de la isla, Puerto Ayora, donde establecimos nuestra base de desplazamientos para los siguientes 3 días. Desde Puerto Ayora visitamos la bahía y alrededores en barca donde vimos lobos marinos e iguanas marinas y unas de las principales aves de la isla, los piqueros de patas azules, las fragatas de pecho rojo y pelícanos entre otros.

Paseamos y nos relajamos en la Playa Mansa de Tortuga Bay donde nadamos con una tortuga marina; visitamos la Estación Charles Darwin y el centro de reproducción de tortugas gigantes e iguanas terrestres e hicimos un viaje de un día a Isla Floreana, la única que cuenta con agua dulce y la menos habitada (unas 200 personas) debido a las muertes misteriosas de sus habitantes que sucedieron en el pasado y que todavía crean cierto miedo en la gente para establecerse en ella (aparte de que a menos que uno sea nacido en las islas, conseguir la residencia para cualquiera de ellas es sumamente complicado, por el momento). En Floreana los lobos marinos son muy curiosos y aparecen, sobre todo los más pequeños, para bañarse junto a uno. También hay tortugas terrestres (reintroducidas) e iguanas marinas diferentes a las de Santa Cruz.

Después de Santa Cruz nos desplazamos a Isla Isabela, y nos establecimos en Puerto Villamil, la única población de toda la isla que cuenta con unas 2000 personas. Isla Isabela es geológicamente una isla joven y a su vez es una de las más jóvenes de las Galápagos, unos 1.500 millones de años de antigüedad. Es de origen volcánico, como el resto de las demás islas y algunos de estos volcanes todavía están activos.

Así que decidimos ir de visita a uno de ellos, el Volcán Sierra Negra, pero el tiempo no nos acompañó y nos nubló su impresionante cráter de 35km de diámetro. En Isabela también vimos tiburones tintorera o de aleta de punta blanca e hicimos snorkel donde vimos mantas y rayas, peces y pececitos de colores entre otros…

Nuestro último desplazamiento fue a Isla San Cristobal, la segunda más poblada después de Santa Cruz con unas 9.000 personas. Allí nos establecimos en Puerto Baquerizo Moreno, su única y población principal y fue nuestro último destino en las islas. En San Cristobal la convivencia de los lobos marinos con los humanos es increíble. Los lobos ocupan las playas y el paseo marítimo de la población y uno no deja de sorprenderse y pararse a mirar cada uno de los que ve. Pero para nosotros lo mejor de San Cristobal fue que encontramos dos playas maravillosas para bañarse y hacer snorkel a las que uno puede acceder a pie dedicándoles media hora de paseo a cada una.

En La Lobería pudimos bañarnos con lobos marinos y con tortugas marinas, pero no solo una, ¡había muchísimas! Aparte de mantas rayas y miles de peces de colores y de formas muy diferentes. La otra playa, bueno no era una playa sino una pequeña bahía bajo el mirador de las Tijeretas, tenía unas aguas que eran de una claridad y serenidad que te hacían descubrir un paisaje marino bellísimo. Así que de esa manera pasamos nuestros 2 días y medio en San Cristobal, desde donde tomamos el avión y regresamos a Guayaquil.

Visitar Galápagos no es barato, en 10 días gastamos el presupuesto de un mes en tierra continental (sólo la entrada a las islas que son parque nacional, para extranjeros, cuesta 100 dólares, y nadie se salva de pagarla…), aunque puede resultar mucho más caro si uno se decide por un crucero por las islas, eso sí, uno puede llegar a lugares donde nosotros no pudimos llegar.

Aunque Dani insiste en decir que las Islas Galápagos son el Disney World de Ecuador, y en parte tiene razón, por otra parte podemos afirmar que son alucinantes y posiblemente únicas. En ciertos aspectos nos parecieron artificiales, sobre todo por la cría en

cautiverio de las tortugas terrestres para su posterior reintroducción, pero entendimos que es la única manera de aumentar la población de muchas de las especies de estos galápagos que están en peligro de extinción (en una sola isla pueden convivir varias especies de tortugas terrestres), y aún así, nunca se podrá llegar la cantidad que se mató o mejor dicho que se comió y es que por desgracia eran la única carne fresca para la tripulación de barcos de paso, piratas y primeros pobladores; incluso Darwin se llevó unos cuantos ejemplares para comérselos de regreso a casa. Pero por otro lado la naturaleza muestra su imponente belleza tal y como es, incluso más amable, ya que se ha acostumbrado a que siempre hay algún ojo humano que la observa con cariño y admiración.

Las Islas Galápagos

Puerto Ayora, Ecuador