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Yo soy rico de lo que no necesito
Sihanokville
,
Cambodia
Resulta difícil explicar las sensaciones que nos asaltan desde que hemos llegado a Camboya, los sentimientos que se nos agolpan al entrar en contacto con esta gente, y ver sus vidas de cerca. Al igual que en Tailandia, la gente es increíblemente amable, dulce, educada y regala sonrisas a cada paso, pero su situación es mucho más gris.
A simple vista, se puede percibir una miseria más profunda, más triste y rotunda. En las carreteras, en las casas, en la ropa... en todo lo que alcanza la vista. Todo lo que vemos se nos va clavando un poquito y, aunque intentamos mantener los pies en el suelo y comprender que no podemos ayudar a todo el mundo, se hace muy difícil asimilar las desigualdades del mundo cuando uno las ve tan de cerca.
A cada paso se nos acerca alguien con la intención de vendernos algo, de ofrecernos algún servicio. Intentamos decir que no con toda la amabilidad posible y la sonrisa siempre en la boca, porque ya nos la han contagiado, y con esa misma sonrisa nos responden y nos dan las gracias. A veces, casi siempre, empezamos una conversación, nos preguntan por nuestra familia, nuestro viaje y las cosas de ese país tan lejano que muchos no conocen de nada, y con un poco de confianza ganada en pocas palabras, nos cuentan también un poco o un mucho de sus vidas, de su situación.
Las chicas que ofrecen masajes y depilación en la playa tienen nuestra edad y no conocen más vida ni más ingresos que ésos. Ayer cuando nos topamos con ellas poco antes del anochecer, aún no habían conseguido vender nada. La chica que intentaba persuadirnos para dejarnos los cuartos en alcohol y billar en el bar de anoche tiene 28 años y dos hijos que viven con sus padres a 300 km de aquí, gana 50 dólares al mes, lo mismo que paga por su casa, y sólo consigue algún dinero extra cuando un cliente quiere "ir a la habitación a hacer bum bum". Aún espera a cierto novio italiano de 40 y tantos del que sólo conserva una foto y una ilusión rota.
Por no hablar del niño que trabaja atrayendo clientes al bar-prostíbulo hasta las 3 de la mañana, los que venden por la playa, mañana, tarde y noche, los que corren descalzos a casa cuando un guiri les da dinero para comprar una chuchería, o los que simplemente se nos acercan a pedir comida o dinero, partiéndonos el corazón un poquito más, y despertando en nosotras una impotencia y cierto sentimiento de culpabilidad resentida, por vivir con mucho más de lo que necesitamos, por no haber traído más cosas que poder darles, por no ser capaces de gritarle a Occidente que esta gente pasa hambre, y que la suerte no para de darles la espalda.
Aunque quizá lo que más nos sorprende y marca es la sensación constante de que son más felices que nosotros, de que su corazón y su mente están limpios de ambición y rencor, sus relaciones personales cargadas de cariño. Que la violencia aquí no existe, porque en este tiempo no hemos visto ni la mínima muestra de ella. Que, a pesar de todo, son capaces de recibir con sonrisas y buenos deseos al extranjero que vino a ser testigo de su tristeza contenida.
Aún nos queda mucho que comprender de estos pueblos, de todo lo hermoso que encierran, y mucho, muchísimo más, que aprender y copiar de ellos.
written by
NuiM
on October 27, 2008
from
Sihanokville
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Cambodia
from the travel blog:
Un viaje por el sudeste asiático
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Parecen muñequitos así
Retorciéndose
Vencidos en su juego de querer ser
Ser humano
Y eso es una verdad
Que te tirará de espaldas
Al duro suelo
Al infinito pozo de la verdad
Que no admite término
Ni ninguna otra cosa
Ni nada
written by K on December 10, 2008
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NuiM
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