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Un viaje por el sudeste asiático

a travel blog by NuiM



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Pa habernos matao!

Kanchanaburi, Thailand


Tras cinco horas en dos autobuses de lo más curiosos, nos hemos plantado a un par de kilómetros del puente sobre el río Kwai (sí, el de la peli). Hoy la habitación era una cabañita en el susodicho río con su terrazita, su hamaquita, su puentecito de estabilidad dudosa y por supuesto, su ración de cucarachas e insectos varios.
Ayer, solamente nos dio tiempo a llegar hasta el puente y hacernos la típica foto sobre las vías del llamado ferrocarril de la muerte (Death Railway), pero las aventuras de hoy, no tienen desperdicio.
Como la forma más sencilla y común de moverse es en moto, y nuestro plan para el día era una visita al parque natural de Erawan y sus cataratas, hemos tenido la brillante idea de alquilar una de marchas automática que ninguna tiene ni puta idea de conducir. Hemos avanzado a trompicones por la autopista sin lograr mantener una velocidad constante, esquivando vacas, perros y diversos cadáveres (de animales, se entiende). Hemos conseguido llegar con vida y disfrutar de los siete niveles de las cataratas de Erawan, que implicaban dos horas de marcha a pleno sol. La recompensa ha sido bañarnos en la última catarata que afortunadamente era la menos concurrida (nosotras y unos alemanes con sus acompañantes tailandesas). A pesar de tener que soportar los besicos (más bien mordiscos) de unos peces enormes, ha sido muy agradable.
Y bueno, la vuelta ha sido un poco movidita porque Miriam ha tenido la insensatez de dejar conducir la moto a la menda, que no tiene carnet ni para los coches de choque y que lo de las reglas de circulación no lo lleva muy bien, por no decir que las desconoce por completo...Y el caso es que a dos metros de una salida a la derecha (no olvidéis que aquí se conduce por la izquierda) me he marcado una pirula a 40 km/h cruzando cuatro carriles, obligando a no sé cuantos coches (me daba vergüenza mirar) a frenar bruscamente para no atropellarnos. Pa habernos matao!
En fin, que estamos vivas de milagro, y que cuando Miriam me perdone (aunque lo haga dudo que alquilemos otra moto en el futuro) y vuelva a hablarme, decidiremos el próximo punto de destino.
En teoría, queremos tirar para la playa, la práctica, ya os la contaremos.



permalink written by  NuiM on October 16, 2008 from Kanchanaburi, Thailand
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Caliente, caliente

Rayong, Thailand


... Caliente está el mar en estos confines!
Estamos en Ko Samet (Rayong es la región, pero la maravillosa página del blog no nos reconoce Ko Samet, aysh), una islita plagada de calas de arena blanca y fina, rodeadas de palmeritas, batidos, y un mar verde transparente y sorprendentemente caliente que poco aplaca este calor...

A pesar de los pesares, y volviendo a poner mi vida en manos del destino, hemos vuelto a alquilar moto, que esta vez Nuria ha conducido con maestría (todo hay que reconocerlo) por los 13 km2 de carreteras imposibles de esta isla. Muy poco camino asfaltado, grietas enormes, charcos de tamaño imposible y profundidad desconocida... y hemos vuelto a sobrevivir. Y no nos hemos cargado la moto. Lo dicho, estamos de suerte.
También hemos sobrevivido a la increíble tormenta que azotó nuestra cabañita de caña durante horas anoche. El monzón no se ha ido del todo, y aquello acojonaba. Se llegó a ir la luz en toda la isla, y ya esperábamos que en cualquier momento pasara un camión de evacuación repleto de guiris con las caras blancas (y las espaldas rojas, que el buen guiri se quema le pongan donde le pongan) a sacarnos de allí. Afortunadamente todo quedó en un susto, una noche movidita y la mayor concentración de rayos y truenos por minuto que hemos visto y oído nunca.
Así que aquí seguimos, de relax y olvidando por completo que alguna vez hemos trabajado... Tan metidas en el papel que es como si lleváramos aquí meses. Quizá un poco rayadas por los mosquitos porque ya estamos en zona de malaria, pero lo sobrellevamos con cierto sentido de la dignidad (yo un poco menos, pero bueno).
Mañana seguimos viaje, a otra isla, más playitas, más moto (que dios nos pille confesaos) y más cataratas que visitar. Y a ver si hay suerte y por allí el mar anda un poquito más fresco...
A seguir cuidándose!


permalink written by  NuiM on October 19, 2008 from Rayong, Thailand
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The Death Curve

Trat, Thailand


After tuk tuk taxies, ferries, buses, one night in Trat and so, we've got to the second biggest island in Thailand, Ko Chang. Another National Park with a few nice waterfalls and separate prices for Thais and tourists.
The beaches are not as 'postcard image' as the ones in Ko Samet but the island is definitely more beautiful.
It's like living in the middle of the jungle. There are monkies, elephants, lizards and every kind of unknown insects. As our bathroom is outdoors, we can enjoy them while taking a shower or ..... you know what.

The accomodation is extremely cheap. We're paying around 2 euros for a small hut with a double bed.

Again, we've had to rent a motorbike and face death with the 360 degrees curves and 90% slopes all over the island. Ufff, we are still scared.
And this time, we've had a flat tyre, which has implied Miriam walking one kilometre under a merciless sun. Fun, fun! This has improved her humour after burning her leg with the exhaust pipe... (Miriam 'la pupas').
Now, we can also say we're drug addicts cause we're taking pills every day for malaria prevention. They're called Malarone, very good trip guys, you should try them.
Tomorrow we go to Cambodia. We're very excited. A new country!



permalink written by  NuiM on October 23, 2008 from Trat, Thailand
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Cómo cruzar la frontera y no perder la fe en el intento

Sihanokville, Cambodia


03.30- Nuria no puede dormir más y se levanta como una mosca loca a hacer cosas de aquí para allá.
04.00- Miriam se levanta para darse una duchita caliente (sí, caliente por primera vez en todo el viaje) antes de partir, pero no consigue despertar del todo.
04.30- Nos aventuramos a pillar un taxi hacia la estación, donde vamos a coger un minibús a la frontera (Hat Lek).
05.00- Llegamos! pero el minibús ya está lleno y se va sin nosotras.
05.30- Afortunadamente, aparecen otras 7 personas que quieren ir a la frontera, con lo que fletan otro minibús.
06.30- Llegamos a Hat Lek pero la frontera aún está cerrada. La gente se apiña en el lado camboyano para entrar en Tailandia y así realizar su jornada de trabajo precario, que los maravillosos tailandeses les malpagan a dos duros.
07.00- Abren la frontera y somos las primeras en obtener el sello de salida de Tailandia... y las primeras a las que la policía de Camboya intenta timar. Querían cobrarnos 1200 baths cuando el precio real son 800. Finalmente, con la ayuda de un francés insoportable con experiencia en estos asuntos, conseguimos pagar el mínimo que se puede pagar en una frontera terrestre, 1000 baths.
07.30- Después de negociar precios con 276 camboyanos gritando "mototaxi, mototaxi" a nuestro alrededor, nos llevan en moto, con nuestras super mochilas de 75 litros incluidas, a la estación de autobuses.
07.45- Los moteros nos intentan hacer pagar el peaje pero pillamos el timo y acabamos riéndonos con ellos.
07.55- El francés insoportable nos grita por pagarles 1 euro a los de las motos (según él nos estaban timando) y rompemos relaciones con él.
08.00- Cogemos el autobús con destino Sihanoukville y conocemos a Roy, el gurú de Nuria.
12.30- Llegamos a Sihanokville y, con la ayuda de Roy, encontramos un lindo guesthouse con vistas al mar y una propietaria que cumple con creces la definición de "estar como una puñetera cabra".


permalink written by  NuiM on October 25, 2008 from Sihanokville, Cambodia
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Yo soy rico de lo que no necesito

Sihanokville, Cambodia


Resulta difícil explicar las sensaciones que nos asaltan desde que hemos llegado a Camboya, los sentimientos que se nos agolpan al entrar en contacto con esta gente, y ver sus vidas de cerca. Al igual que en Tailandia, la gente es increíblemente amable, dulce, educada y regala sonrisas a cada paso, pero su situación es mucho más gris.
A simple vista, se puede percibir una miseria más profunda, más triste y rotunda. En las carreteras, en las casas, en la ropa... en todo lo que alcanza la vista. Todo lo que vemos se nos va clavando un poquito y, aunque intentamos mantener los pies en el suelo y comprender que no podemos ayudar a todo el mundo, se hace muy difícil asimilar las desigualdades del mundo cuando uno las ve tan de cerca.
A cada paso se nos acerca alguien con la intención de vendernos algo, de ofrecernos algún servicio. Intentamos decir que no con toda la amabilidad posible y la sonrisa siempre en la boca, porque ya nos la han contagiado, y con esa misma sonrisa nos responden y nos dan las gracias. A veces, casi siempre, empezamos una conversación, nos preguntan por nuestra familia, nuestro viaje y las cosas de ese país tan lejano que muchos no conocen de nada, y con un poco de confianza ganada en pocas palabras, nos cuentan también un poco o un mucho de sus vidas, de su situación.
Las chicas que ofrecen masajes y depilación en la playa tienen nuestra edad y no conocen más vida ni más ingresos que ésos. Ayer cuando nos topamos con ellas poco antes del anochecer, aún no habían conseguido vender nada. La chica que intentaba persuadirnos para dejarnos los cuartos en alcohol y billar en el bar de anoche tiene 28 años y dos hijos que viven con sus padres a 300 km de aquí, gana 50 dólares al mes, lo mismo que paga por su casa, y sólo consigue algún dinero extra cuando un cliente quiere "ir a la habitación a hacer bum bum". Aún espera a cierto novio italiano de 40 y tantos del que sólo conserva una foto y una ilusión rota.
Por no hablar del niño que trabaja atrayendo clientes al bar-prostíbulo hasta las 3 de la mañana, los que venden por la playa, mañana, tarde y noche, los que corren descalzos a casa cuando un guiri les da dinero para comprar una chuchería, o los que simplemente se nos acercan a pedir comida o dinero, partiéndonos el corazón un poquito más, y despertando en nosotras una impotencia y cierto sentimiento de culpabilidad resentida, por vivir con mucho más de lo que necesitamos, por no haber traído más cosas que poder darles, por no ser capaces de gritarle a Occidente que esta gente pasa hambre, y que la suerte no para de darles la espalda.
Aunque quizá lo que más nos sorprende y marca es la sensación constante de que son más felices que nosotros, de que su corazón y su mente están limpios de ambición y rencor, sus relaciones personales cargadas de cariño. Que la violencia aquí no existe, porque en este tiempo no hemos visto ni la mínima muestra de ella. Que, a pesar de todo, son capaces de recibir con sonrisas y buenos deseos al extranjero que vino a ser testigo de su tristeza contenida.
Aún nos queda mucho que comprender de estos pueblos, de todo lo hermoso que encierran, y mucho, muchísimo más, que aprender y copiar de ellos.


permalink written by  NuiM on October 27, 2008 from Sihanokville, Cambodia
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The asphalt jungle

Phnom Penh, Cambodia


This city is absolutely insane!
No fixed prices, no public transport, no traffic rules, no order in street numbering, lots of people spending the whole day in their pyjamas (I mean, driving, hanging out, shopping... everything)... This city is a lovely chaos in every sense.
The most striking feature is no doubt the traffic...
OH MY, the first impression you get is 'I will never make it to other side of the street... alive'. Options like looking for a zebra crossing or waiting for a red light are useless, as nothing stops these crazy moto drivers from getting to their destinations, not even the other moto drivers. Every intersection is a matter of life and death. Surprisingly enough, they manage to avoid bumping into each other, but don't ask how... They use the horn every 3 seconds approximately, but how do they know who is warning who?
After 3 days we've discovered that they even manage to avoid running over pedestrians as well, so feeling brave enough we just walk through the middle of the street, eyes and fingers crossed, until we can feel the sidewalk under our feet again (well, sidewalk... there's no real sidewalk, just millions of cars, motorbikes and food stalls piled up at both sides of the road).
Our particular moto-taxi driver, whose name I could never remember, took us today to the Killing Fields 15 km outside the city... both in the same motorbike. Yeah, 3 or 4 or even 5 people in the same motorbike is kinda common as well.
Moto-taxi drivers are everywhere. I mean, there are dozens in every street, offering a ride to every single tourist. After a while you get used to them as well, and above all, we try to be nice all the time. They offer, you say no and smile, they smile back and say thanks anyway. It's an exercise of mutual understanding, we understand they have to try anyway, they understand we feel like killing ourselves after the 125,897th time we hear 'Motorbike, madam?'
As for the rest... We can just repeat what has been said a thousand times. People are amazing, the food is great, and we're enjoying and learning continuously. We have visited here the S-21 prison where victims of the Khmer Rouge genocide were taken for interrogation and torture, and the Killing Fields where they were taken to be killed in the most cruel and savage ways. Once again, witnessing the inhumanity of humanity becomes as painful as possible, understanding almost impossible. Just one more detail: the killers, who are responsible of 3 million deaths, thousands of women and children included, have never been in jail, not even had a trial, as they were protected and supported by the U.S. and the United Nations. Sweet politics.


permalink written by  NuiM on October 30, 2008 from Phnom Penh, Cambodia
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Es inútil matar un mosquito en mitad de la selva

Siem Reap, Cambodia


Porque hasta la mitad de la selva nos hemos venido para visitar los templos de Angkor, orgullo de los camboyanos y símbolo del país. Como tal, plagado de guiris y autobuses turísticos.
Para esta aventura, en nuestro afán de evitar taxis y timos varios, hemos recorrido unos 30 km diarios en unas bicis comodísimas de las que nos acordaremos al sentarnos durante los próximos 15 años aproximadamente. Pero ha merecido la pena: estos templos plantados en mitad de la jungla de Indiana Jones son el monumento más impresionante que hemos visto en nuestra (corta) vida.
Se trata básicamente de ruinas bastante bien conservadas y de dimensiones monstruosas, repartidas en una extensión de muuuuchos kilómetros (nuestras piernas sólo han dado para visitar los templos más cercanos a Siem Reap) que revelan el esplendor del imperio Khmer, que dominaba gran parte de lo que hoy es el sudeste asiático. La principal atracción, el Angkor Wat, constituye la construcción religiosa más grande del mundo.
Aparte de los templos en sí, su magia y misterio, los árboles crecidos en mitad de los muros, los interiores oscuros, o los miles de Budas y dioses hindúes repartidos por sus entrañas, quizá lo más impresionante sea la naturaleza que les rodea, el verde que se extiende hasta donde alcanza la vista, y la belleza de los atardeceres que pintan todo el cielo de un naranja intenso. Bichos? Todos los imaginables, eso sí.
También en esta ciudad hemos conseguido entrar en contacto con los camboyanos de una forma más intensa. Los templos están plagados de niños y no tan niños vendiendo de todo, y en muchos casos han conseguido camelarnos de forma que hemos salido de allí con 15 pulseras y 20 postales cada una, sin contar pañuelos y bolsos varios. En uno de estos casos, les compramos a dos hermanas, encantadoras, que acabaron presentándonos a su madre y al resto de sus hermanos, e invitándonos a comer a su casa. Allá que nos fuimos, a unas cabañitas en medio del campo por donde revoloteaban unos 15 niños y una abuelita sin pelo ni dientes que nos robó el corazón. Por supuesto, hasta nos arrancaron la promesa de volver a visitarles el año que viene (ya serán algunos más, pero bueno).
Eso y las miles de personas que nos saludaban al paso con la bici, los curiosos que nos observaban cual aparición del espacio exterior en las aldeas más pequeñas del camino, y la infinita amabilidad de todos no hace sino confirmar nuestra absoluta devoción por este pueblo. Tanto que cada vez que tenemos que dejar una ciudad de este país lo hacemos con penita incluida, como quien se va de casa.
Ahora? Rumbo a Laos, pero con paciencia, y parando mucho en el camino...


permalink written by  NuiM on November 4, 2008 from Siem Reap, Cambodia
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Y de repente, el Mekong

Kampong Cham, Cambodia


Con el Mekong nos hemos topado!
Y hemos encontrado una habitacioncita con balcón para admirar la Vista...
Seguimos camino hacia el norte, ya no nos separamos del Mekong, por él entraremos en Laos (junto con todos los peces clandestinos). Antes, Kratie y Ratanakiri, aunque estamos en la Camboya más rural, así que el acceso a Internet lo tendremos jodido. En cualquier caso, seguiremos intentándolo.


permalink written by  NuiM on November 5, 2008 from Kampong Cham, Cambodia
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La velocidad y el tocino

Stoeng Treng, Cambodia


Cuánto se tarda en recorrer 10 kilómetros en autobús? Pues en Camboya, unas 2 horas y media. Sobre todo si empieza a llover en mitad de un camino de tierra, y pasa ésto: Ése era el autobús que tenía que traernos de Kratie (o Kracheh, aquí todo tiene 3 o 4 formas de escribirse) a Ban Lung (o Ratanakiri), nuestro último parón en esta salida dulce dulce de Camboya. En un país donde el concepto "asfalto" es relativamente nuevo, el concepto "grúa" es por descontado un gran desconocido. En cualquier caso, tras más de una hora mirando el autobús y a nuestros compañeros de viaje sin entender muy bien qué esperábamos (porque nadie hacía nada, pero absolutamente nada, más que cruzarse de brazos frente al autobús como si pudieran sacarlo con La Mirada), alguien se decidió a coger la cadena del camión que llevaba unos 40 minutos parado a nuestro lado, y sacar el autobús del lodo. El resto del viaje, a unos 5 kilómetros por hora, transcurrió entre respiraciones cortadas cada vez que la rueda patinaba, y aplausos cada vez que seguía avanzando. De lado y surfeando, conseguimos llegar a nuestro destino.
Por supuesto, estamos muy contentas ante la idea de entrar en Laos, un país que ansiábamos conocer con una ilusión un pelín más hinchada, pero no es fácil dejar esta Camboya salvaje, rural y carismática que tantas buenas sensaciones nos está regalando.
Como despedida, hemos decidido relajarnos un poquito más si cabe entre lagos volcánicos y cataratas, vaya a ser que todavía nos quede alguna pizca del estrés del humilde traductor.
Para paliar un poco la envidia, tened en cuenta que nuestro low low low budget nos impide viajar en taxi como todo buen guiri y nos obliga a hacernos kilómetros y kilómetros en bici bajo un sol más que justiciero, subiendo y bajando cuestas y luchando contra los "problemillas de estómago" que nos están dando las jodidas pastillas de la Malaria. Eso sí, sarna con gusto, ya sabemos que pica más bien poquito.


permalink written by  NuiM on November 8, 2008 from Stoeng Treng, Cambodia
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Cómo cruzar la frontera y sí perder la fe en el intento

Muang Khong, Laos


No, no hemos tenido problemas con el visado. Tampoco nos han intentado timar los policías de la frontera, al menos no más de 1 dólar por cabeza, que es bastante aceptable. Tampoco se nos ha quedado atascado el bule en ningún arcén, esta vez no.
Pero el viaje ha sido una pesadilla, y nos han dejado tiradas, tiradísimas, en mitad de la nada, eso sí.
En Ban Lung se nos ocurrió la idea de reservar un viaje organizado a Don Det, nuestro primer destino en Laos. Sorprendentemente, salía más barato que coger transporte público, y más fácil, más cómodo, más todo, no sé, supongo que un capullo con mucha labia y un ego enorme nos convenció. Supongo también que debió resultarnos sospechoso, pero no, confiamos en Narciso y no nos ha salido muy bien la cosa.
El primer transporte era un minibús... sonaba bien, hasta que descubrimos que el hecho de que el minibús se llenara para nada significaba que dejara de entrar gente. 12 plazas, 25 personas. Todo un ejercicio de aprovechamiento del espacio. Un sol abrasador pegándonos en toda la cara, y el codo de el de al lado en el estómago, más los ya acostumbrados karaokes a viva voz en la pantalla. El segundo minibús era más bien una furgoneta hasta las trancas de mierda, pero bueno, todo bien. Nos dejó en la frontera y nos dijo que, en media hora, vendría alguien a recogernos. Tampoco eso nos resultó sospechoso.
Pero no apareció nadie, ni en media hora, ni en dos, ni cuando se acercaba peligrosamente la noche. Lo bueno? Que matamos el tiempo jugando a la petanca con los encargados de la aduana, con una comunicación reducida a las palabras "good" y "I win" y muchas risas. Y el buen samaritano que nos recogió para dejarnos en el pueblo más cercano y no aceptó nuestro dinero a cambio. Lo malo? El cabreo monumental y las ganas de meterle a Narciso todo lo que encontremos por sus partes nobles.
La broma nos ha supuesto más dinero, una noche en el hostal más sucio de Asia y tiempo perdido, pero supongo que, esta vez sí, hemos aprendido la lección. No hay que fiarse de los hombres cuyo ego sea más grande que... sus pies.


permalink written by  NuiM on November 10, 2008 from Muang Khong, Laos
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